La Dificultosa Derrota
En un golpe contundente para la confianza de los aficionados, el equipo de fútbol nacional sufrió una derrota abrumadora en el partido contra el seleccionado visitante. La expectación generada en torno al enfrentamiento había sido alta, pero la realidad en el campo fue demasiado dura de aceptar. Con un marcador de 3-0 a favor del equipo contrario, la desilusión se apoderó de los seguidores, que habían depositado todas sus esperanzas en una victoria. Ahora, el futuro del entrenador y de la selección en su conjunto se encuentra en el aire, mientras que los aficionados intentan digirir la amarga derrota.
Derrota y decepción: el Barça pierde el rumbo y la ilusión
Lo siento mucho, pero no me convencerán todos los que hoy en día empiezan a valorar las derrotas en el deporte. Unos dicen que son dulces, otros encuentran en ella hasta una forma cojonuda de perder, y hasta hay quien cree que no es el peor de los fracasos.
Pero, en el mundo competitivo en el que vivimos, perder no gusta nada, lastima, duele, deja mal sabor, es agrio y hasta da rabia. Ayer leía dos artículos de dos culés como Sergi Pàmies y Cesc Peirón en los que advertía decepción por la campaña efectuada por el Barça en la presente temporada, pero no solo por la actuación del equipo de fútbol que ha conducido a que hoy se esté valorando quedar segundos en la Liga.
También desilusión por la gestión, además de pocas esperanzas en un futuro mejor. Para el Barça quedar segundos es una derrota en toda la regla y perder dirige al aficionado al título de la opinión de Peirón en La Vanguardia de “ser culé pierde romanticismo”. Y en ello debería centrarse el objetivo principal de la junta de Laporta. En recuperar todo lo perdido. No en perder más. No en ir a abrazar a los jugadores.
Los estímulos hay que ganárselos y ellos no se lo merecen. Siempre recordaré que una de las primeras decisiones que tomó Pep Guardiola cuando se hizo cargo del primer equipo fue prohibir la entrada de directivos al vestuario. Hoy da la sensación que algunos dirigentes están ahí para tener el privilegio de abrazar a los futbolistas.
Es hora de reflexionar y tomar medidas para recuperar la ilusión y el orgullo del Barça. La derrota no puede ser una opción, sino un estímulo para trabajar más y alcanzar el éxito. El Barça necesita recuperar su esencia y su identidad, y solo así podrá volver a brillar en el mundo del fútbol.
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