La Champions de verdad es un torneo de fútbol que reúne a los mejores equipos de Europa en una competencia emocionante y llena de pasión. En esta edición, los aficionados han sido testigos de encuentros memorables, donde la excelencia futbolística se ha destacado en cada partido. Los equipos han demostrado su talento y determinación en la cancha, buscando alcanzar la gloria y levantar el preciado trofeo. Los aficionados han vibrado con cada gol y cada jugada, disfrutando del espectáculo que solo la Champions League puede ofrecer. Sin duda, esta competición es el escenario ideal para que los grandes clubes demuestren su calidad y se consagren como los verdaderos campeones de Europa.
La Champions de verdad: los cuartos de final, el momento cumbre del torneo
Decía el maestro Cruyff que la Champions de verdad empezaba a partir de los cuartos de final, cuando los ocho mejores equipos de la competición se enfrentan tras un sorteo puro, sin condicionantes de clasificación, ni de pertenencia a un mismo país. Tras introducir las bolas, ni frías ni calientes, de los contendientes en el bombo todo es posible. Todo lo sucedido con anterioridad es puro relleno de partidos para justificar un formato de encuentros con las cartas marcadas por los imperativos que impone un formato demasiado previsible.
Llega la hora de la verdad en la Champions: eliminatorias directas sin favoritismos
Pero llega un momento en que el fútbol es la única razón de ser, porque se ven las caras los mejores en eliminatorias directas, en las que no tiene ningún sentido todas las cábalas que se hacen a priori para escoger un posible rival, ordenándose, de mejor a peor, en función de la dificultad.
Por el hecho de que no fuera ni el Manchester City o el Real Madrid, se acabó dando por bueno el emparejamiento con el Paris Saint-Germain y más si te corresponde disputar la vuelta en el Estadi Lluís Companys. Algo que también se repetiría en una hipotética clasificación para las semifinales, en que se evitará un cruce contra los de Guardiola/Ancelotti, y teniendo el factor campo nuevamente a favor. Puede que el resultado pareciera benevolente, pero nadie negará que los de Luis Enrique, con Mbappé casi vestido de blanco y Dembélé sin lesionarse en todo lo que va de temporada, le tendrán tantas ganas a la eliminatoria que son para tomarlos con el debido respeto que se merece un contrincante que ha dejado a las individualidades en favor de jugar como un equipo y en el que a su gran estrella no le importa empezar en el banquillo algunos de los muchos partidos intrascendentes que deben de afrontar en su desigualada liga doméstica.
Al creciente equipo de Xavi, más pendiente de ajustar cuentas contra los que han osado cuestionar su legitimidad para ocupar con suficientes conocimientos el siempre complicado banquillo del Barça, sin caer en las distracciones que todo ello comporta, no cabe duda que cada día que pase, con el correspondiente parón de selecciones de la próxima semana, hasta llegar al 10 y al 16 de abril como fechas previstas para enfrentarse a los franceses, jugará con la necesidad de poder recuperar efectivos de la enfermería. Poder recuperar para la causa a Pedri y a De Jong, para formar un centro del campo de garantías, será fundamental. La pausa que podrían imponer en la medular el canario y el holandés sería el mejor antídoto para contrarrestar el mayor físico que se les supone a los jóvenes gladiadores de Luis Enrique.
El PSG, sustentado por los petrodólares qataríes, fue diseñado para ganar la Champions League. Un objetivo hasta ahora incumplido, a pesar del liderazgo de su presidente Nasser Al-Khelaifi, en su lucha contra la Superliga diseñada por Florentino con el apoyo incondicional de Laporta como remedio de los males económicos del Barça. Puede que con Mbappé comprometido con el Madrid y el crédito de la UEFA con fecha de caducidad, esta sea la última oportunidad para los parisinos.
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