Un discurso en desuso
En un mundo cada vez más digital, donde la información se genera y se consume a un ritmo vertiginoso, el arte de la oratoria parece estar cayendo en desuso. La capacidad de expresarse de manera efectiva y convincente, que alguna vez fue considerada una habilidad fundamental para líderes y comunicadores, parece estar perdiendo terreno en favor de la brevedad y la superficialidad de las redes sociales. Sin embargo, la importancia del discurso no puede ser subestimada. Un discurso bien estructurado y bien entregado puede inspirar, motivar y convencer a las personas de manera mucho más efectiva que cualquier mensaje de texto o publicación en redes sociales. En este sentido, es hora de revalorizar el arte de la oratoria y reconocer su importancia en la comunicación efectiva.
El discurso del Barça pierde credibilidad
Da la impresión de que todo en el Barça tiene el sello de caducado. Los discursos del presidente, vicepresidente, director deportivo y también del entrenador han dejado de ser creíbles. Las palabras se las ha llevado el viento. También las promesas y las decisiones tomadas en enero han sido aniquiladas por los resultados finales.
Las justificaciones a las derrotas son poco convincentes. El juego acaba siendo engañoso. Tiene las mismas dos caras de las proclamas de directivos y cuerpo técnico. Es un fútbol que a ratos ilusiona, pero a la hora de la verdad sale disfrazado de mentira pura y dura.
Las derrotas iban a tener consecuencias, pero no. Aquí no ha pasado nada. Todo parece controlarse con un lacónico “esto no puede ser” o con repetir la misma amenaza de principios de mandato. Y entonces comienza el juego de toda la temporada, en el que hemos asistido a la filtración de al menos cinco posibles sustitutos de Xavi.
Meses más tarde la respuesta es que nunca se pensó en ello. Un día se queda con Jorge Mendes, otro día nos hablan de Bernardo Silva y de otro póker de jugadores que reforzarían el equipo y, como sucedió ayer, se monta una reunión con Pere Guardiola, el hermano de Pep, hoy presidente del Consejo de Administración del Girona, el club que ha ofrecido una cátedra de cómo hacer bien las cosas siendo una entidad de menor poder económico y con una directiva menos vanidosa.
Laporta siempre me pareció un presidente instintivo. Podía darse cuenta de qué directivos desaprobaban su gestión. Y actuaba. Hoy no solo parece haber malgastado lo vendido, también se ha quedado sin un discurso convincente.
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