El inconveniente, como ahora apuntábamos antes, es dejarse llevar bastante por esta pasión, tanto que afecte a nuestras vidas. Es difícil llevarlo a cabo comprender a cualquier aficionado, pero el fútbol habría de ser sencillamente un hábito, algo que compartimos con otra gente y que nos divertimos en nuestro momento de libertad. Puede costarnos el dinero, sí, pero no hipotecarnos. Tenemos la posibilidad de proteger a nuestro aparato, naturalmente, pero eso no significa que nos lleguemos a pelear o aun a atacar a alguien a fin de que sea del contrincante. Debemos entender emplear el fútbol para gozar y no para encauzar nuestra íra y nuestro odio, lo que lamentablemente sucede bastante de manera frecuente, aun en campos de pueblos pequeños y distritos, donde cada fin de semana se dan ejemplos horripilantes de conducta por la parte de ciertos brutos que suponen que en el momento en que entran en un estadio tienen carta blanca para realizar lo que deseen.
El fútbol, un idioma universal
Entre los puntos mucho más propios del fútbol es la rivalidad que hay entre un sinnúmero de equipos. Sabiendo esta rivalidad, habría que meditar que hay que a una forma diferente de comprender el deporte o que sencillamente, se tienen deseos contrapuestos que causan estas diferencias. No obstante, por muy distinta que logre parecer un aparato de otro, las semejanzas entre sus apasionados son exactamente las mismas, disfrutar mucho más que ninguna otra cosa de un partido de su aparato del alma. Sea como fuere, el fútbol ahora charla un idioma universal y es con la capacidad de juntar los corazones de todo género de apasionados, vengan de donde vengan.
Nos atrae el fútbol por el hecho de que lo comprendemos como homónimo de alegría
“El fútbol no da resoluciones a los inconvenientes, pero sí alegrías. Y de ahí que, la sociedad se lo agradece de forma muy espléndida. Es un ámbito, un planeta, al que se le disculpa todo” (Alfredo Relaño, directivo períodico deportivo).
Bastante gente mencionan al fútbol como un estado anímico, algo mucho más que un deporte y de esta forma lo prueban las aficiones acompañando a su aparato, si bien el resultado no sea siempre y en todo momento el aguardado. Esto sucede desde los “equipos con estrellas futbolísticas” hasta los equipos de sobra baja categoría. De ahí que, uno de las ventajas sicológicos que tiene un aficionado al fútbol, es la asociación que hacemos con los instantes de alegría.
Cada vez se juega mucho más al fútbol. Latin power.
No cabe duda de que si en USA se juega al fútbol es por la predominación de los países latinos y los inmigrantes de estos países, singularmente México. Es suficiente con ver que el Chivas Guadalajara juega en San Francisco contra el Barcelona y que las alineaciones de los equipos que juegan en la MLS (Major Soccer League) están repletas de apellidos españoles. Por poner un ejemplo, Jaime Moreno y Cristian Gómez en el DC United o Juan Pablo Angel y Alfredo Pacheco en el New York Red Bull.
Otro elemento que provoca que el fútbol se vaya gradualmente ingresando en EE.UU. es que da un óptimo nicho para llevar a cabo negocios. Y de eso los estadounidenses comprenden. Fichajes, representaciones, merchandising, contratos con televisiones, travesías, etcétera es una industria a explotar. Y con un mercado de 300 millones de pobladores, un 25% de ellos latinos, las opciones de éxito semejan garantizadas.
El fuerte nudo que une al padre.
Los pequeños asisten al fútbol, por vez primera, con su padre. Un recuerdo que se marca a fuego en la cabeza de los pequeños. Asociamos el fútbol con cálidos recuerdos de la niñez. Este deporte es parte fundamental en el vínculo afectivo con su padre. Un hombre puede mudar de pareja, localidad o amigos, pero jamás su prioridad por un mismo aparato de fútbol. El traspaso de esta herencia futbolera se transforma en un aspecto tan fuerte en un individuo que podría decirse que hay en el código genético.
Además de esto, las historias que cuentan los progenitores sobre enormes players de otrora sirven como un legado de tradiciones y también historias que crea una mitología familiar y un nudo realmente fuerte.