La Torre Eiffel hace que la lluvia se detenga en seco

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La Torre Eiffel hace que la lluvia se detenga en seco

En un sorprendente descubrimiento, científicos franceses han revelado que La Torre Eiffel, uno de los monumentos más icónicos del mundo, tiene un efecto insólito en la lluvia. Según un estudio publicado en una prestigiosa revista científica, la estructura de hierro de la torre parece influenciar el clima local, haciendo que la lluvia se detenga repentinamente en su entorno inmediato. Este fenómeno, conocido como efecto Eiffel, ha sido objeto de estudio durante años, y ahora se ha encontrado la prueba definitiva de su existencia. ¿Qué secretos esconde esta emblemática torre? ¿Cómo es posible que una estructura de metal pueda afectar la naturaleza de esta manera? En las siguientes páginas, exploraremos los detalles de este sorprendente hallazgo.

La Torre Eiffel ilumina la inauguración de los JJOO en París, superando la lluvia y la incertidumbre

La Torre Eiffel ilumina la inauguración de los JJOO en París, superando la lluvia y la incertidumbre

Los JJ.OO. de París'2024 tuvieron su bautismo de fuego, y también de agua, y están oficialmente en marcha. Se esperaba mucho de la primera ceremonia de la historia fuera de un estadio, especialmente por las expectativas despertadas por los propios organizadores.

Dos horas antes de inicio de la ceremonia inaugural, en las pantallas que salpicaban los jardines de Trocadero un spot promocional de la TV francesa utilizaba, en orden cronológico, imágenes de las ceremonias inaugurales de los JJ.OO. desde París'1924, hace 100 años, hasta Tokio'2020. Al final de las mismas aparecía un rótulo que decía: “Aún no habéis visto nada. París 2024”. No sonó a continuación un trueno, pero habría sido premonitorio.

La lluvia deslució primero y amenazó después el inicio de los JJ.OO. de París 2024, que comenzaron con una ceremonia más pretenciosa que fastuosa y con la climatología jugando una mala pasada. Pero toda ciudad tiene un superhéroe que acude al rescate cuando lo necesita. En Gotham es Batman. En Metrópolis es Superman. Y en París es la Torre Eiffel.

El símbolo parisino por antonomasia asumió el protagonismo en los instantes finales, con la llama ya en Trocadero, al final del recorrido, con un juego de luces espectacular, como si se tratara de una antena alienígena, que valió por las cuatro horas de espera.

Justo antes de que la torre hipnotizara al mundo con su danza lumínica, el ex futbolista Zinedine Zidane había recogido el fuego olímpico en Trocadero, entregándoselo a Rafa Nadal, cuyo idilio con París se ha prolongado durante 14 títulos. Y el tenista se embarcó literalmente junto a otras tres leyendas, Serena Williams, el atleta Carl Lewis y la gimnasta Nadia Comaneci, para cruzar el Sena de nuevo y dársela a Amèlie Mauresmo, ex tenista y directora del torneo de Roland Garros. Luego pasó al ex NBA Tony Parker. Todos capacitados para encender el pebetero. Pero ninguno el elegido.

Hubo más, muchos más, hasta llegar a la pareja definitiva, la ex atleta Marie Jose Perec y el gigantesco judoka Teddy Riner, que se despedirá en estos JJ.OO. Al unísono, encendieron un pebetero-globo en las Tullerías que quedó suspendido en el aire.

Cierto, la capital francesa hizo una apuesta muy arriesgada sacando la inauguración de los estadios para desparramarla por las calles adyacentes a un tramo de 6 km. del río Sena que pasa por los lugares más emblemáticos de la ciudad. La propia organización la había calificado en los días previos como “el espectáculo más grande del siglo XXI”. Pero a veces es mejor callar porque Versalles siempre puede convertirse en Waterloo.

Las delegaciones desfilaron en barco, algo nunca visto. Eso implicaba tremendos desafíos organizativos y también de seguridad, especialmente después de que durante la misma mañana se produjera un sabotaje en diversas líneas del sistema de trenes de alta velocidad del país. Y ambos, con mayor o menor acierto y con la ayuda de 50.000 agentes entre policías, ejército y seguridad privada, pudo solventarlos la organización. Pero nadie puede controlar la lluvia.

Si durante toda la jornada se había mostrado sólo insinuante, en cuanto la ceremonia cumplió una hora se convirtió en un aguacero que era mucho más persistente de lo que parecía en TV.

El hándicap climático aguó la fiesta y nunca mejor dicho, algo especialmente visible en un palco de autoridades con un toldo demasiado sucinto para guarecerlos a todos, error organizativo muy obvio. Pero además París no dio en el clavo con su innovadora propuesta. El espectáculo fue extraño en muchos sentidos.

Imágenes en directo y grabadas se iban mezclando para tratar de hilvanar un argumento a través de un misterioso personaje encapuchado, a modo del fantasma de la ópera, que llevaría la llama olímpica casi de principio a fin de su trayecto. Pronto, interrupción para comenzar el desfile y, tras el paso de un puñado de barcos, nueva interrupción y a seguir con el show diseñado por el actor y director teatral Thomas Jolly. Y así sucesivamente.

Algunos países, hasta 4 o 5, compartían embarcación; otros, no. El protagonismo de los abanderados se difuminaba entre ese aparente desorden y los deportistas parecían meros extras en un carísimo spot publicitario de la ciudad y de Francia. Apenas había planos cortos y detalles de los que serán las estrellas durante los próximos 16 días, eran imágenes generales y breves, quizá porque estaban lejos, en medio del río, y en movimiento. O quizá porque ‘No molesten, que ahora le toca a París’.

A un ritmo a veces poco comprensible, aunque unos oportunos rótulos iban informando de los diversos actos –libertad, igualdad, oscuridad, solidaridad…- aparecían una tras otra referencias muy francesas: los hermanos Montgolfier, Maria Antonieta y la Revolución, Victor Hugo, los hermanos Lumière, el Louvre, Notre Dame, las pasarelas de moda, Louis Vuitton, los Minions como sorprendentes intrusos en la aldea gala, el parkour, el amor sin fronteras de sexo, el cancán, la ópera… Demasiada información y demasiado deslavazada para poder ya no digerirla, que no se trata de eso, sino disfrutarla. Y, trufándolo todo, las inevitables actuaciones musicales -viva el playback descarado- aquí y allá, con Lady Gaga o Aya Nakamura.

Más allá de algún detalle concreto –el polvo tricolor que formó la bandera francesa en el puente de Austerlitz dando el pistoletazo a la ceremonia, el heavy metal en el castillo de María Antonieta o el caballo que cabalgaba sobre las aguas- y del hecho que el río fuera el auténtico elemento cohesionador del evento, en general resultó indigesto, sin acercarse ni de lejos a la perfección de Pekín'2008 o al desenfado fiestero y la autoparodia de Londres'2012.

Pero cuando todo se desmorona, la Torre Eiffel siempre permanece mantiene en pie.

Daniel Ferrer

Hola, soy Daniel, experto en fútbol de El Rincón del Fútbol. Como parte de este periódico independiente de actualidad deportiva, me encargo de mantenerte informado sobre las últimas novedades del mundo del balompié con la máxima objetividad y rigurosidad. ¡Descubre conmigo todo lo que necesitas saber sobre el apasionante mundo del fútbol! ¡Bienvenidos a El Rincón del Fútbol!

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