El fútbol es, con diferencia, el deporte mucho más habitual en el planeta. Según una encuesta efectuada por la FIFA en 2006, unos 265 miles de individuos lo practican de forma regular de manera profesional, semiprofesional o principiante, teniendo en cuenta a hombres, mujeres, jóvenes y pequeños. A esta cantidad, que representa cerca del 4% de la población mundial, habría que agregarle los cientos y cientos de miles de individuos que no juegan a fútbol, pero que lo prosiguen así sea por televisión, o desde los estadios.
El fútbol es un singular espectáculo, un fenómeno de masas que lúcida pasiones, estados anímicos y rivalidades. Pero, más que nada, es una fuerte industria que desplaza por año unos 500.000 millones de dólares estadounidenses, esto es, mucho más una y media el PBI de Argentina en 2008.
Experiencia religiosa
Escasas cosas son tan inmaculadas para el argentino como la vieja y el fútbol. A pesar de que los primeros pasos por el sendero de esta pasión sin retorno sean de la mano del viejo. Peregrinando hacia el club de sus amores, nos iniciamos en el ritual de todos los domingos: el chori, los harapos, las manos que se agitan… Los himnos propios y estos otros aplicados al histórico contrincante, el infaltable “vos sos de la B ” por quien militó en las filas del ascenso, el réferio y los cordiales saludos a su familia, ese oro-say inexistente por el que asimismo la liga el línea. Sudor y estrechos dientes, gargantas que revientan en el momento en que el crack del aparato cumple el sueño del pibe y desfonda las redes del Monumental o la Bombonera. ¿Va a haber soñado en sus tiempos de potrero, en el momento en que un par de buzos pisados en la tierra dibujaban un arco imaginario? El grito se hace uno, el que desplaza el cemento, el que eleva miradas al cielo. Sí, las mujeres prosiguen asimismo los partidos. No solo las terrenales; sino más bien aquellas que, cubiertas con su mato sagrado, reciben las frases de los mucho más encomendados leales. O sea fútbol señores, aquel que golpeó las puertas de nuestra historia para redactar sus páginas mucho más memorables.
¿Quién sería con la capacidad de cultivar la semilla del fútbol en este país? Nada menos que su alma mater. Hacia 1860, en zonas lindantes en el puerto de Buenos Aires, marineros ingleses despuntaban el vicio de la redonda a lo largo de los momentos libres. No obstante, la patria futbolera nacería a través de un escocés: el instructor Watson Hutton, principal creador de la primera institución didáctica donde el deporte tendría su espacio, el English High School. De esta forma, la mecha del fútbol se prende en otras entidades hasta ofrecer a luz a la llamada Argentine Association Football League. Esta que en 1903 toma el nombre de Argentine Football Association (¿Una principiante AFA?). Entonces, el English High School ahora se había transformado en Alumni: un “fenómeno” que monopoliza los títulos del fútbol desde 1900 hasta 1911, aparte de ser el primer aparato en adjudicarse un vestido con colores propios para saltar en la pista. No obstante, su escalada fue tan vertiginosa como su caída. En 1913 se termina disolviendo: la estrellita inglesa fue el ejemplo evidente de de qué forma un deporte concebido para minorías perdía acompañamiento. Era hora de que el fútbol consiguiera la carta de ciudadanía y de este modo lo logró. Nuevos clubes fundados por argentinos y también integrados por players nacionales aparecían en escena. Y el primer enorme en asomarse fue nada menos que River Plate.
Inglaterra creó sus reglas
Hacia 1863, su veloz desarrollo estableció la necesidad de reglamentarlo, creándose en Inglaterra el grupo de reglas y regulaciones que han predominado en el juego hasta hoy.
Su infecciosa expansión por todo el planeta llevó en 1930, a la creación de su máximo acontecimiento, la Copa Mundial de Fútbol.