De la nada al trono: El increíble ascenso de las reinas del waterpolo en doce años
En un lapso de apenas doce años, el waterpolo femenino español ha experimentado un meteórico ascenso que ha llevado a las jugadoras españolas desde la anonimato hasta la cima del podio. De la nada, nuestras reinas del agua han conquistado títulos y reconocimientos en los más prestigiosos torneos internacionales, sorprendiendo a la comunidad deportiva con su talento, dedicación y sacrificio. En este artículo, repasaremos el increíble camino que ha llevado a las selecciones españolas a alcanzar la elite del waterpolo mundial.
De la nada al trono: La increíble historia de ascenso del waterpolo femenino español en 12 años
La historia de éxito del waterpolo femenino español es la de una apuesta de riesgo. Hoy España es una potencia con títulos y medallas en todas las competiciones, pero 12 años atrás este deporte, aunque muy consolidado en categoría masculina, era un páramo con apenas 500 licencias de mujeres.
Hasta que un torneo en Rusia le dio la vuelta a todo. Las pioneras pusieron la necesaria primera piedra, pero no conseguían resultados, y su relevo natural fue una generación de jóvenes que sí destacaban en categorías de edad. Miki Oca, que había aterrizado como seleccionador hacía poco, confió en aquellas juniors y les dio responsabilidad.
Allí estaban ya Laura Ester, Maica García, Anni Espar o Pili Peña, que han sido el nexo común de todas las grandes medallas del waterpolo español y que en París continúan al pie del cañón. La mano izquierda de Miki, un técnico entonces joven y relativamente inexperto, que raramente levanta la voz, paciente y didáctico, les dio tiempo, espacio y confianza y al tiempo las liberó de cualquier presión: nadie esperaba nada de ellas, que sólo tenían que preocuparse de crecer como equipo y como deportistas porque aún estaban muy verdes.
Y como ejemplo de éxito olímpico, Miki lo tenía todo, plata en Barcelona'92 y oro en Atlanta'96. No se confiaba que España pudiera clasificarse para los JJ.OO. de Londres'2012, pero en un torneo internacional previo, la Kirishi Cup, España dejó de ser un equipo perdedor de la noche a la mañana.
En aquel torneo vencieron a rivales contra las que siempre perdían: Hungría, Italia, Rusia o Grecia ya no eran inabordables. Y aquel grupo de chicas de 20 años creyó y se ganó el pasaporte a Londres, su primera presencia olímpica, cuajando un fabuloso preolímpico en Trieste. Sin presión y con el descaro de la juventud, firmaron una primera fase impecable, sin perder un solo partido, y ya imparables se plantaron en la final.
Inexpertas y alucinadas por su propio éxito, su rival, Estados Unidos, les pasó por encima en el encuentro decisivo, pero aquella plata lo cambió todo. Al año siguiente, en Barcelona'2013, España se proclamó campeona del mundo: el 'boom' estaba servido.
Las niñas comenzaron a querer jugar a waterpolo. Las licencias federativas aumentaban a un ritmo del 33% anual y hoy en día se superan las 3.000 aproximadamente. Ese nuevo caudal de jugadoras contribuyó a reforzar y mejorar primero los clubs y luego la selección española, que continuaba logrando resultados internacionales de relumbrón.
Una segunda generación se incorporó, las Bea Ortiz, Judith Forca, Paula Leitón o Paula Crespí, y con ella a bordo se conquistó una segunda plata olímpica, de nuevo con derrota clara en la final ante EE.UU. Sin embargo, si la primera plata se celebró, la segunda dolió porque se aspiraba al oro, un síntoma inequívoco de cuánto había evolucionado el waterpolo femenino español.
Recientemente ha llegado una tercera oleada de talentos al equipo, con chicas de entre 19 y 22 años como Martina Terré, Elena Ruiz,
Miki Oca nunca deja de mirar a la cantera porque sabe que allí están todas las respuestas, en el mismo lugar donde las encontró hace doce años.
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